“PERO SI LO TENÍA TODO”: REFLEXIÓN SOBRE EL LAMENTABLE SUICIDIO DE CHESLIE KRYST

“PERO SI LO TENÍA TODO”: REFLEXIÓN SOBRE EL LAMENTABLE SUICIDIO DE CHESLIE KRYST

por | Abr 26, 2022

La noticia de un suicidio consumado siempre es lamentable e impactante en cualquier persona, no importa si quien recibe la noticia es conocido o no de quien atentó contra su propia vida en forma irreversible. A medida que la persona que realiza el suicidio es más cercana a quien atestigua o sufre la pérdida desde la perspectiva familiar y afectiva, se marca una huella mayor en la persona que presenció una pérdida por suicidio – de hecho, el término clínico “sobreviviente” es el mismo término clínico que se utiliza para las personas que atestiguaron suicidios, así como desastres o eventos perturbadores graves como un asalto, secuestro o violación (Jordan & McGann, 2017) – y de la misma forma, requiere estrategias psicoterapéuticas avanzadas para su procesamiento, que deben estar centradas en práctica profesional legalmente reconocidas y en políticas públicas con especial énfasis en la postvención (Jordan 2017, Andriessen 2019).

En otras ocasiones, la persona que consuma el suicidio quizá no haya sido afectivamente cercana, pero sí pudo haber pertenecido a la misma institución laboral o educativa de la(s) persona(s) que presenciaron o tuvieron conocimiento del acto suicida. Las consecuencias negativas no dejan de percibirse, ya que la respuesta comunitaria a un suicidio consumado puede generar un gran malestar objetivo y subjetivo a nivel profesional e institucional posterior al evento, especialmente si ocurrió con violencia (Castelli-Dransart, 2015). La respuesta a estos eventos por parte de la comunidad corre el riesgo de ser defensiva y hostil en vez de compasiva y empática: En varias ocasiones la respuesta escolar, corporativa o institucional ante un suicidio, puede variar desde el hermetismo hasta las francas manifestaciones hostiles para con diferentes personas sobrevivientes y cercanas a quien lo consumó, y llegar a cuestionar u hostilizar al sistema escolar, laboral, corporativo o comunitario (Karla Guerrero, 2019)

Cuando existe la muerte por suicidio de un colaborador integrante de la institución, y la entidad tiene un profesional de salud mental asociado, el profesional asociado corre gran riesgo de sufrir fincamiento directo y automático de responsabilidad moral o jurídica del suicidio consumado que acaba de ocurrir. Sin embargo, el responsabilizar en forma directa a un profesional de un suicidio consumado sin un proceso objetivo y neutro de revisión, constituye una probable vulneración a los derechos del profesional; a pesar de ello las Instituciones y los mismos profesionales suelen ceder a las presiones políticas y sociales. La respuesta termina siendo una medida más simbólica que restaurativa, y puede ir en contra un supuesto responsable que se “bautiza” como villano, sin considerar que las acciones a realizar forman parte de una corresponsabilidad social. Habitualmente las “ejecuciones” simbólicas – en forma de despidos o denuncias públicas – tienen como objeto brindar un alivio inmediato a los posibles ofendidos directa o indirectamente, pero no repara los procedimientos incorrectos ni incide en la prevención de nuevos atentados suicidas en otros colaboradores. 

Existe una tercera forma de atestiguar un suicidio consumado, y es cuando un personaje público consuma el suicidio. El suicidio de una celebridad suele generar grandes oleadas de escrutinio, críticas y juicios de valor tanto a la persona, a sus familias, a sus parejas o exparejas, a las empresas o empleadores que los contrataban, en los que al igual que en los suicidios dentro de una institución, buscan “bautizar” a uno o varios “villanos”, que supuestamente cargan con la responsabilidad del lamentable deceso.

Cuando ocurre un suicidio de una celebridad o persona pública, en la mayoría de los casos salta un común denominador: La celebridad mantenía una vida pública aparentemente productiva, exitosa, plena y feliz, contrastando con el acontecimiento súbito e inesperado, léase ilógico, de la muerte autogestionada.  La primera hipótesis que trata de explicar ésta incongruencia entre una vida supuestamente plena y estable seguida de un trágico e inesperado desenlace, apuntan a que las celebridades pareciesen haber manejado una separación entre la vida pública y la vida privada, en la que los actos públicos los llevasen con la más estricta regulación afectiva conservando en todo momento su imagen artística y profesional, y que en los ambientes privados, cerca de sus familiares y amigos, pudiesen desahogar comportamientos erráticos y autodestructivos severos. Sin embargo, en algunos casos incluso las personas cercanas a las celebridades relatan haber detectado a lo mucho, conductas quizá inusuales cerca de la fecha fatídica, pero no detectaron comunicación explícita o conductas autolesivas inminentes o claras. Tal es el caso que relató Susan Schneider, la viuda sobreviviente al suicidio del actor y productor Robin Williams, quien tenía el diagnóstico de demencia incipiente por cuerpos de Lewy, y los cercanos a él sólo percibieron fallas cognitivas leves durante el ejercicio de sus funciones, pero nunca intenciones claras de conducta suicida (Yohana Desta, 2014).

Los suicidios de celebridades deben de ser de especial interés para la salud pública tomando en cuenta el importante riesgo de réplica de conductas suicidas posterior al evento, especialmente en los fans o followers de la estrella que cometió el suicidio. En un estudio realizado en India se encontró que existía mayor posibilidad de tener algún tipo de conducta suicida posterior al suicidio de una celebridad en mujeres jóvenes, sin empleo, con algún trastorno mental y afrontando algún estresor de vida (Menon, 2021). Algunos expertos han recomendado para los medios de comunicación cuidar la forma cómo se transmite la noticia, en la que la acuidad de la situación puede ser una buena oportunidad para promocionar servicios de salud mental y buscar estrategias de prevención (Hedman-Robertson, 2021).

Algunos trágicos decesos por suicidio de celebridades han sido analizados desde la perspectiva académica posterior a la avalancha de especulaciones por parte de los medios del espectáculo. Por citar algunos ejemplos está el suicidio de Kurt Cobain (1967-1994), particularmente reportando que los centros de crisis de Seattle se vieron abarrotados posterior al suicidio de la estrella (Jobes, 1996), y el análisis de las obras de Virginia Woolf (1882-1941) dos meses antes de morir por suicidio, encontrando un patrón mediante un modelo de machine-learning sugiriendo que se pueden buscar ciertos patrones de léxico en redes sociales y emails con potencial valor predictivo de conductas suicidas (Avila-Berni, 2018).

En esta ocasión, nos referiremos a un reciente y lamentable suicidio de una joven abogada, multiganadora de concurso de belleza Miss USA en 2019, modelo, influencer, y activista social: Cheslie Kryst (1991-2022), quien a sus 30’s había alcanzado brillar con un éxito aparentemente insuperable: Era abogada graduada de North Carolina que había luchado por la reforma penal de USA, fue Miss USA en 2019 (Declarada como la ganadora con mayor edad en la historia del certamen a sus 28 años), creadora de varios programas sociales como el White Collar Glam diseñado para dignificar los empleos en oficinas públicas y privadas, y una extensa participación en medios y redes sociales (Cheslie Kryst, Wikipedia, 2022). Sin embargo, en forma completamente inesperada, Chelsie Kryst se arrojó desde un 29º piso de un edificio de Manhattan el 30 de enero de 2022. Keli Goff, una reconocida escritora y periodista norteamericana declaró: “Su muerte representa una verdadera tragedia para las mujeres y niñas afroamericanas que inspiró” y prosigue: “Espero que su muerte no haya sido en vano, y ayude a terminar con el silencio, vergüenza y estigma alrededor de la salud mental, particularmente en la comunidad afroamericana” (Edward Helmore, 2022).

Las opiniones de las personas que conocían a Chelsie Kryst tras su suicidio no dejan de sugerir desconcierto y algunos se atrevieron a afirmar que “alguien que tiene tanto éxito no puede suicidarse”. Pero su madre, April Simpkins, declaró algo muy diferente:

“Chelsie cargaba con una vida pública y una vida privada. En su vida privada, ella tenía que sobrellevar con una <<depresión de alto funcionamiento>>  que escondía de todos los demás, incluida yo, quien era su más cercana confidente” (Edward Helmore, 2022).

Si bien la “depresión de alto funcionamiento” no es una entidad reconocida por la nomenclatura psiquiátrica internacional, quizá a lo que se refería April Simpkins era que Chelsie llevaba un trastorno mental (no importa el diagnóstico) que tenía que sobrellevar ante cargas sociales y profesionales de estrés crecientes, por lo que no podía darse la más mínima oportunidad de brindarse el descanso, el autocuidado y la recuperación que todo ser humano debe de tener ante demandas exhaustivas de atención empática hacia otras personas.

Lo que le pasó a Chelsie Kryst no debió de ser muy diferente al mismo fenómeno de excesiva carga de estrés que experimentaron algunos médicos de primera línea ante el COVID-19, los cuales también estuvieron expuestos por un lado al cansancio y al contagio y la muerte de sus compañeros y ellos mismos, y por otro lado, una sociedad que les exigía responder con vocación y servicio. Mencionaré el caso icónico de la Dra. Lorna Breen, Jefa de servicios de urgencias del New York Presbyterian Hospital, quien estuvo en la primera línea de atención durante el inicio de la pandemia de COVID-19, y tras contagiarse y regresar a laborar, presentó una fatiga física que la obligó a pedir días extra de incapacidad laboral, por lo que tuvo que regresar a su domicilio. Al día siguiente, el 26 de abril de 2020, se quitó la vida. La Dra. Breen también era una persona brillante y exitosa que presentó súbitamente un suicidio inesperado y muy lamentado (Corina Knoll, 2020). Y aunque la profesión y trayectoria de Chelsie Kryst era muy diferente de la de la Dra. Lorna Breen, es posible que encontremos cosas en común en el patrón suicida de ambas.

Así como la sociedad decide “bautizar” a algunos como villanos, la sociedad también puede decidir “bautizar” a otros como héroes, lo cual puede implicar una condecoración con un alto estándar moral pero con una injusta privación del derecho genuino de tener autocuidado, recuperación, esparcimiento y descanso. Para ellos, el suicidio puede ser visto como la única salida honorable ante un cansancio y desesperanza imposibles de seguir cargando.

Asumir el papel de héroe en una sociedad puede ser sumamente peligroso. Un héroe está para servir a la sociedad y no tiene límites. Por lo tanto, el papel de héroe puede implicar el camino seguro a la desesperación. Si como sociedad fuésemos un poco más compasivos y dijéramos a nuestros “héroes” que no son tal, sino más bien seres humanos excepcionales pero con limitaciones y con derecho a recuperarse de la fatiga excesiva y del desgaste emocional, quizá ellos encontrarían un alivio a las excesivas demandas externas. Porque un ser humano, a diferencia de un héroe,  sí tiene límites y los asume. Un ser humano acepta que necesita ayuda, la sociedad le permite descansar y espera con comprensión su regreso a colaborar con recarga de energía física, mental y espiritual. Mientras que un héroe no descansa. Un héroe no necesita ayuda. Un héroe ya tiene un status privilegiado que tiene la obligación de compartirlo sin pedir nada a cambio, todos los días y para siempre. Y si el honor más grande de un héroe es morir en el campo de batalla, existe el peligro de considerar equivocadamente el suicidio como alternativa antes de enfrentarse a algo falsamente percibido como humillación por la sensación perfeccionista de fallarle a una sociedad. Eso siempre será un error. Y quizá grandes personas como Lorna Breen y Chelsie Kryst murieron sin saberlo.

Pero como lo dijo Keli Goff: debemos de trabajar para que su muerte no sea en vano. Debemos de trabajar juntos como gremio de salud mental para que ésta trágica muerte nos impulse a ayudar a otras personas exitosas por fuera y desesperadas por dentro, con el fin de detectarlas, sensibilizarlas y hacerles saber a tiempo que está bien buscar ayuda y está bien asumir los propios límites, y está mal autoexigirse demasiado y considerar el cansancio o el malestar emocional como un signo de debilidad o de incapacidad profesional. Y en lo que encontramos a esas personas, podemos empezar con nosotros mismos, privilegiando el autocuidado por encima de cualquier otra obligación o actividad.

DR. ALEJANDRO MOLINA LÓPEZ

PSIQUIATRA Y DOCTOR EN CIENCIAS, MIEMBRO DEL SIN CONACYT, PRESIDENTE ELECTO APM

Email: info@emergencypsychiatrytraining.com

Fuente: 

Molina L. Alejandro.(Enero-Marzo,2022).Pero si lo tenía todo: Reflexión sobre el lamentable suicidio de Cheslie Kryst. Revista APM. Asociación Psiquiátrica Mexicana. Vol.2 (No.1), 86-91.

BIBLIOGRAFÍA

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Avila-Berni G, Rabelo-Da Ponte F, Librenza-García D, Boeira M, Kauer-Sant’Anna MK, Cavlalcante-Pasos I, Kapczinski F. Potential use of text classifications tools af signatures of suicidal behavior: A proof-of-concept study using Virginia Woolf’s personal writings. PlosONE 2018;13(10):e024820. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0204820.

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“Cheslie Kryst” en Wikipedia, 2022. Disponible en: Cheslie Kryst – Wikipedia

Desta, Yohana. (02 de septiembre 2014). “La viuda de Robin Williams habla de los últimos días de vida del actor en un desgarrador testimonio”. Vanity Fair España. Disponible en: La viuda de Robin Williams habla de los últimos días de vida del actor en un desgarrador testimonio | Vanity Fair España (revistavanityfair.es)

Guerrero, Karla (19 de febrero de 2020). “Suman seis suicidios de estudiantes del ITAM”. Milenio. Disponible en: Suman seis suicidios de estudiantes del ITAM – Grupo Milenio

Helmore, Edward. 06 de febrero 2022. “A tragic los for all: Who was former Miss USA Chelsie Kryst?”. The Guardian. Disponible en: ‘A tragic loss for all’: who was former Miss USA Cheslie Kryst? | New York | The Guardian

Knoll, Corina. 11 de julio de 2020. “’I couldn’t’ do anything’. The virus and an ER Doctor’s suicide. The New York Times. Disponible en: ‘I Couldn’t Do Anything’: The Virus and an E.R. Doctor’s Suicide – The New York Times (nytimes.com)     

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